Abiertos de Lunes a Domingo desde las 6:00 hasta las 00:00

Durante décadas, la imagen del gimnasio estuvo asociada a la juventud, la estética y la búsqueda de fuerza. Hoy sabemos que esto es solo una parte de la realidad: el entrenamiento de fuerza y la actividad física regular son intervenciones seguras, eficaces y necesarias a cualquier edad. Sino diganselo a Margarita Olszak:

La ciencia del ejercicio nos revela que los beneficios del gimnasio van mucho más allá de “ganar músculo” o “verse bien”. Entrenar transforma el organismo desde dentro hacia fuera: modifica hormonas, fortalece huesos, protege al corazón, estimula el cerebro y ralentiza el envejecimiento.

En este artículo recorreremos el camino desde lo conocido hasta lo menos conocido, para entender por qué nunca es demasiado temprano ni demasiado tarde para empezar.

1. El beneficio evidente: fuerza y composición corporal

El motivo más común por el que la gente comienza en el gimnasio es sencillo: verse mejor y sentirse más fuerte.

Hipertrofia muscular: el entrenamiento de resistencia estimula la síntesis de proteínas musculares y permite ganar masa magra.

Reducción de grasa corporal: combinado con un balance energético adecuado, el gimnasio ayuda a mejorar la composición corporal[1].

Rendimiento funcional: un cuerpo más fuerte se traduce en mayor energía para tareas cotidianas, mejor postura y prevención de dolores de espalda.

Estos beneficios, aunque muy visibles, son apenas la punta del iceberg.

2. Prevención de enfermedades: el gimnasio como medicina preventiva

Conforme se avanza en edad, el entrenamiento deja de ser únicamente una herramienta estética: se convierte en medicina preventiva.

🔹 Diabetes tipo 2: el entrenamiento de fuerza aumenta la sensibilidad a la insulina y regula la glucosa en sangre[2].

🔹 Salud cardiovascular: mejora la presión arterial, el perfil lipídico y la función vascular[3].

🔹 Control de peso: la masa muscular es metabólicamente activa, lo que incrementa el gasto energético incluso en reposo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo de 150 minutos semanales de actividad moderada o 75 minutos de actividad vigorosa para adultos, incluyendo al menos 2 sesiones de entrenamiento de fuerza. Cumplir estas pautas reduce el riesgo de mortalidad prematura en más de un 30 %[4].

3. Envejecimiento saludable: combatir la sarcopenia y la osteoporosis

A partir de los 30 años comienza una pérdida progresiva de masa muscular (sarcopenia) y densidad mineral ósea (osteoporosis). Este proceso natural se acelera con el sedentarismo. El gimnasio es la mejor herramienta para frenar este deterioro:

🦴 Fortalecimiento óseo: el entrenamiento con cargas genera estímulos mecánicos que aumentan la densidad mineral ósea[5].

💪 Prevención de caídas: más fuerza y equilibrio se traducen en menos fracturas, una de las principales causas de dependencia en adultos mayores.

👵 Autonomía funcional: la capacidad de levantarse de una silla, subir escaleras o cargar bolsas de la compra depende directamente de la fuerza muscular.

El famoso estudio de Fiatarone et al. (1994) mostró que incluso personas de más de 90 años lograban aumentos de fuerza y masa muscular con programas de entrenamiento de alta intensidad[6].

4. El impacto en el cerebro: el gimnasio como neuroprotector

Un beneficio mucho menos conocido es el efecto del ejercicio sobre el cerebro.

🧠 Neuroplasticidad: el entrenamiento aumenta la producción de BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), una proteína clave para la formación de nuevas conexiones neuronales.

🧩 Prevención del deterioro cognitivo: se ha relacionado con menor riesgo de demencia y Alzheimer[7].

😌 Salud mental: el ejercicio reduce la ansiedad y los síntomas depresivos gracias a la liberación de endorfinas y la regulación del cortisol[8].

💤 Sueño reparador: la práctica regular mejora la calidad del sueño, fundamental para la memoria y la recuperación física.

Así, el gimnasio no solo fortalece el cuerpo, también actúa como un medicamento para la mente.

5. Beneficios sociales y emocionales

Entrenar no ocurre en el vacío: los gimnasios son espacios de interacción y comunidad.

Motivación compartida: entrenar en grupo o con compañeros mejora la adherencia.

Reducción de la soledad: especialmente en edades avanzadas, donde el aislamiento social es un factor de riesgo para la salud mental[9].

Confianza y autoestima: ver progresos físicos y de rendimiento refuerza la autopercepción positiva.

El gimnasio, así, es también un espacio de bienestar emocional.

6. ¿Hay un límite de edad para entrenar?

La respuesta es clara: no.

En jóvenes, entrenar significa construir una base sólida de salud para el futuro.

En adultos, ayuda a mantener energía, prevenir enfermedades y gestionar el estrés.

En mayores, representa una verdadera medicina: más autonomía, menos caídas, mejor ánimo y menor deterioro cognitivo.

Estudios en adultos de 70–80 años muestran mejoras significativas en fuerza, movilidad y calidad de vida después de solo 12 semanas de entrenamiento con cargas moderadas[10].

El cuerpo humano es adaptable en todas las etapas de la vida. Nunca es demasiado temprano para empezar, y jamás es demasiado tarde.

7. Conclusión

El gimnasio no es un lujo ni una actividad reservada a los jóvenes: es una herramienta de salud pública. Desde mejorar la estética hasta proteger el cerebro y la independencia funcional, el entrenamiento de fuerza se presenta como una inversión segura y con beneficios acumulativos a lo largo de la vida.

La evidencia científica es contundente: no hay edad para entrenar, pero sí hay edad para dejar de hacerlo, y es cuando decidimos no empezar nunca.

Referencias bibliográficas

1. American College of Sports Medicine. ACSM’s Guidelines for Exercise Testing and Prescription, 10th ed.; Lippincott Williams & Wilkins: Philadelphia, PA, 2018.

2. Strasser, B.; Schobersberger, W. Evidence for resistance training as a treatment therapy in obesity. Journal of Obesity 2011, 2011, 482564.

3. Cornelissen, V. A.; Fagard, R. H. Effects of resistance training on blood pressure and other cardiovascular risk factors. Hypertension 2005, 46(4), 851–859.

4. WHO. Global recommendations on physical activity for health. World Health Organization, 2010.

5. Peterson, M. D.; et al. Resistance exercise for the aging adult: Clinical implications and prescription guidelines. American Journal of Medicine 2011, 124(3), 194–198.

6. Fiatarone, M. A.; et al. High-intensity strength training in nonagenarians: Effects on skeletal muscle. JAMA 1994, 272(23), 1909–1914.

7. Erickson, K. I.; et al. Exercise training increases size of hippocampus and improves memory. PNAS 2011, 108(7), 3017–3022.

8. Mikkelsen, K.; et al. Exercise and mental health. Maturitas 2017, 106, 48–56.

9. Lindsay Smith, G.; et al. The association between social support and physical activity in older adults: a systematic review. International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity 2017, 14, 56.

10. Peterson, M. D.; et al. Resistance training for older adults: benefits, prescriptions, and safety. American Journal of Lifestyle Medicine 2010, 4(5), 361–376.